El hambre podría estar cobrándose una vida cada 48 segundos en África Oriental, devastada por la sequía ante la indiferencia del mundo

  • 30 de Junio de 2022
  • Área: GRD y cambio climático

En Etiopía, Kenia y Somalia, tres países asolados por la sequía, una persona podría estar muriendo víctima del hambre cada 48 segundos. Estas son las estimaciones realizadas por Oxfam y Save the Children en un informe publicado hoy que evidencia el continuo fracaso del mundo para evitar desastres prevenibles.

Más de una década después de la tardía respuesta a la hambruna que en 2011 se cobró la vida de más de 260 000 personas en Somalia (la mitad de ellas, menores de cinco años), el mundo se muestra, una vez más, incapaz de evitar una situación catastrófica de hambre en África Oriental. A día de hoy, casi medio millón de personas en distintas partes de Somalia y Etiopía viven en condiciones cercanas a la hambruna. En Kenia, 3,5 millones de personas se encuentran en una situación de hambre extrema. Los fondos donados para afrontar la emergencia son totalmente insuficientes, mientras otras crisis –entre ellas, la guerra en Ucrania– contribuyen a agravar la escalada de hambre en la región.

El número de personas que padece hambre extrema en estos tres países se ha duplicado con creces desde 2021, pasando de 10 millones de personas a más de 23 millones en la actualidad. Mientras, en menos de una década, su abrumador nivel de endeudamiento se ha multiplicado por más de tres (de 20 700 millones de dólares en 2012 a 65 300 millones en 2020), lo que obliga a estos países a desviar recursos destinados a servicios públicos y medidas de protección social para hacer frente a la deuda.

El informe, Un retraso peligroso: El precio de la inacción, elaborado en colaboración con el Jameel Observatory, analiza los cambios que se han producido en el sistema de acción humanitaria desde 2011. El informe concluye que, a pesar de la mejora en la respuesta a la sequía que afectó a África Oriental en 2017 y que evitó una hambruna generalizada, en general, las respuestas nacionales e internacionales siguen siendo demasiado lentas y limitadas para evitar que se produzcan nuevas catástrofes.

“A pesar de que las señales de alerta eran cada vez más claras, la respuesta de las y los líderes mundiales ha sido lamentable: demasiado tardía y demasiado escasa, dejando a millones de personas en una situación catastrófica. El hambre es un fracaso político”, señala Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional.

El informe concluye que, a pesar de las mejoras en los sistemas de alerta y de los esfuerzos de las ONG locales, la complejidad de los sistemas burocráticos y las decisiones políticas interesadas continúan restringiendo una respuesta global unificada.

Los países del G7 y otros países ricos han antepuesto sus prioridades ante las diversas crisis globales, como la pandemia de COVID-19 y, más recientemente, el conflicto en Ucrania, dando marcha atrás en sus promesas de ayuda a países pobres, y llevándolos al límite de la bancarrota debido a su elevado endeudamiento.

Los Gobiernos de África Oriental deben asumir también sus propias responsabilidades, ya que han retrasado sus respuestas y, a menudo, han evitado reconocer la dimensión de la crisis que se les avecinaba. Estos Gobiernos no han invertido de forma adecuada en agricultura o sistemas de protección social que ayuden a su población a hacer frente a las causas del hambre, incluyendo las emergencias climáticas y económicas.

El informe también evidencia cómo los donantes y las organizaciones de ayuda continúan sin priorizar a las organizaciones locales en primera línea de respuesta, lo que ha ralentizado aún más la respuesta, a pesar de que muchas de ellas ya estaban listas para actuar.

La sequía, unida a los conflictos que han obligado a muchas personas a abandonar sus hogares y a la crisis económica provocada por la COVID-19, ha diezmado la capacidad de las personas para hacer frente a las crisis. Además, el conflicto en Ucrania ha provocado el mayor aumento de los precios de los alimentos jamás registrado, haciendo que estos queden fuera del alcance de los bolsillos de millones de personas.

La portavoz regional de Save the Children para África Oriental y Meridional, Shako Kijala, ha señalado: “Estamos viendo unas cifras terribles de desnutrición severa, y se prevén cerca de 5,7 millones de niñas y niños con desnutrición aguda para finales de este año. Y, ante la advertencia de las Naciones Unidas de que más de 350 000 podrían morir si no actuamos, cada minuto que pasa es un minuto más cerca de la inanición y la posible muerte de un niño o niña. ¿Cómo podemos aceptar que esto vuelva a ocurrir?”

Jane Meriwas, directora de Samburu Women Trust en Kenia, afirma: “La situación es desoladora. Tanto las personas como el ganado están en riesgo de perecer. En algunas zonas de las provincias de Marsabit y Samburu, en Kenia, ya se está informando de la muerte de niñas, niños, mujeres embarazadas y personas ancianas. Si no se interviene de forma urgente, probablemente seamos testigos de más muertes”.

El cambio climático ha provocado que esta sequía agravada por el fenómeno La Niña en el Cuerno de África sea más grave y prolongada de lo habitual: se trata de la peor sequía en 40 años. Esta sequía ha diezmado las reservas económicas, los rebaños y la salud de las personas, y es el principal factor tras las alarmantes cifras de personas que carecen de alimentos suficientes para comer todos los días. Sin embargo, la región es una de las menos responsables del cambio climático, pues en su conjunto apenas emite el 0,1 % del total de las emisiones de carbono globales.

“Ya no quedan vacas. Todas han muerto. Nos quedan algunos camellos y cabras que han logrado sobrevivir a la sequía, pero tenemos miedo de perderlos si continúa. Tememos que las personas empiecen a morir de hambre”, dice Ahmed Mohamud, pastor de Wajir, en Kenia.

Hasta la fecha, tan solo se ha cubierto el 2 % (93,1 millones de dólares) de los 4 400 millones de dólares del llamamiento de las Naciones Unidas para Etiopía, Kenia y Somalia. En 2017, estos mismos países recibieron 1 900 millones de dólares en fondos de emergencia. Aunque el pasado mes los donantes se comprometieron a proporcionar 1 400 millones de dólares, resulta vergonzoso que tan solo 378 millones de dólares de dicha cantidad sean fondos nuevos.

“La gente muere de hambre no porque en el mundo falte comida o dinero, sino por una absoluta falta de voluntad política. Los países ricos consiguieron movilizar con éxito, y muy justificadamente, más de 16 000 millones de dólares en un mes para dar respuesta a la terrible crisis en Ucrania. Inyectaron más de 16 billones de dólares en sus economías en respuesta a la COVID-19 para ayudar a quienes más lo necesitaban. Los países pueden movilizar recursos para evitar el sufrimiento humano, pero solo si así lo desean”, afirma Bucher.

“Los donantes, las organizaciones de desarrollo, los Gobiernos y el sector privado deben trabajar con las comunidades afectadas para que estas puedan prepararse y responder ante los riesgos, en lugar de esperar a que las crisis se descontrolen”, subraya Guyo Roba, director del Jameel Observatory.

Oxfam y Save the Children hacen un llamamiento urgente para abordar la catastrófica crisis de hambre en África Oriental:

  • Para ayudar a salvar vidas ahora, las y los líderes del G7 y el resto de países occidentales deben proporcionar fondos de forma inmediata para financiar el llamamiento de las Naciones Unidas de 4 400 millones de dólares para Kenia, Etiopía y Somalia, además de asegurar que los fondos sean lo suficientemente flexibles para que puedan destinarse adonde sean más necesarios.
  • Los donantes deben garantizar que al menos el 25 % de los fondos vaya a las organizaciones locales que están en primera línea de la respuesta.
  • Los Gobiernos de Kenia, Etiopía y Somalia deben incrementar la protección social para ayudar a las personas a hacer frente a las diversas crisis. Deben invertir al menos el 10 % de sus presupuestos en agricultura, especialmente en medidas que beneficien a las y los productores a pequeña escala y las mujeres agricultoras, tal y como acordaron en la declaración de Malabo de 2014 de la Unión Africana.
  • Los Gobiernos de estos países deben anteponer las vidas a las cuestiones políticas, reconociendo las señales de alerta temprana y actuando de forma consecuente. Deben declarar más rápidamente las emergencias nacionales, desviar recursos hacia quienes más lo necesitan, e invertir en responder a crisis relacionadas con el clima.
  • Los países ricos más contaminantes deben compensar a África Oriental por las pérdidas y daños sufridos como consecuencia del cambio climático También deben condonar la deuda de estos países de 2021-2022, para que puedan liberar recursos para ayudar a las personas a mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático.

Actuar de forma temprana para evitar el hambre no solo salva vidas, sino que también evita pérdidas económicas. USAID calcula que, por cada dólar invertido en medidas de respuesta temprana y resiliencia en Somalia, se ahorran tres dólares al evitar la pérdida de ingresos y ganado.

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